ISABEL MENDEZ HERRERO

La Sierva de Dios nace el 30 de agosto de 1924 en Castellanos de Moriscos, provincia de Salamanca. En la iglesia parroquial del pueblo recibe el bautismo el 14 de septiembre de ese año y la confirmación el 28 de octubre de 1928. Es la segunda de los cinco hijos de Isidoro Méndez Domínguez y Victoriana Herrero Marcos. Sus padres, labradores acomodados, forman un hogar profundamente cristiano y en la casa se reza el Rosario con los obreros. También aprende Isabel desde sus primeros años la caridad cristiana.

Isabel es una niña normal. No hay en ella nada especial, pero manifiesta un deseo de complacer a todos, un corazón que vibra ante el sufrimiento ajeno, una ternura ante el necesitado. A partir de la Primera Comunión se acerca a los sacramentos con frecuencia y se hace muy piadosa. Apuntan ya en germen algunos rasgos que caracterizan su vida de fe: especial amor a la Eucaristía y a María Inmaculada, amor y servicio a los pobres, obediencia. A los trece años comienza el bachillerato en Salamanca y, al comenzar el cuarto curso, la trasladan al colegio de las Siervas de San José por estar legalmente reconocido. En sus años de estudiante pertenece a la Acción Católica, aceptando como compromiso ser la responsable de una escuela nocturna para obreras en un barrio pobre, adonde acude asiduamente. Como miembro de la Congregación Mariana asiste los domingos a la catequesis del barrio de Los Pizarrales. También forma parte de la Cruzada Misional de Estudiantes. La jornada de trabajo de Isabel está llena. Pero todavía tiene tiempo para echar una mano a sus compañeras que acuden a ella porque dibuja y pinta muy bien.

Es una chica muy alegre, guapa y elegante. Tiene risa contagiosa de puro sincera, se la ve siempre feliz, trasluciendo bondad, dispuesta a cualquier sacrificio por los otros. En verano participa con su pandilla de amigos y amigas en excursiones y meriendas campestres. Pero Isabel se siente llamada a vivir para Dios y descubre su firme vocación religiosa. Terminado el bachillerato, ingresa como postulante en el noviciado de las Siervas de San José en 1944 y elige el nombre de Isabel de María Inmaculada. Acaba de cumplir veinte años. Está llena de ilusión y de vida. Quiere ser misionera.

Desde que toma la decisión de entregarse a Dios, Isabel va dejando que se manifieste la grandeza del Señor en su vida ordinaria de cada día con su sencillez y naturalidad características. En el segundo año de noviciado comienza a sentirse mal y teme no poder profesar, pero se pone en manos de Dios. En el examen médico previo a la profesión  nada se descubre e Isabel profesa el 6 de abril de 1947, día de inmensa alegría para ella porque ve cercano su sueño de ser misionera. Pero Dios tiene otros planes y a los pocos meses le descubren una avanzada tuberculosis. A pesar de la repugnancia que sentía hacia esta enfermedad, su aceptación es total y hace de ella un medio para su total configuración con Cristo. La llevan a la Casa de Santa Teresa de Salamanca. Hay que aislarla y someterla a un tratamiento riguroso. En esta situación comienza una intensa vida interior de adoración a la Trinidad, cuya presencia viva experimenta en lo profundo de su ser, y se abre a la riqueza de la vida mística.

La enfermedad avanza y al cabo de un año la internan en el sanatorio antituberculoso de Los Montalvos. Allí despliega con las otras enfermas y con las enfermeras una activa tarea apostólica, que le supone mucho esfuerzo por la gran fatiga que le aqueja, pero se olvida totalmente de ella misma, disimulando la sensación de asfixia con su perenne sonrisa. La inapetencia es total y muy fuertes los dolores de cabeza, que nadie conoce hasta que lo dice en uno de los interrogatorios médicos. A esto se unen las sequedades y oscuridades interiores, ausencias de Dios que la hacen padecer enormemente. Entre paréntesis de sequedad tiene momentos de intenso consuelo.

Al diagnosticarle pocos días de vida, la llevan de nuevo a la Casa de Santa Teresa en julio de 1950. Sin embargo, contra todo pronóstico, vive todavía otros tres años y medio, lo que le permite hacer sus votos perpetuos el 6 de abril de 1952.

La enfermedad es la gran llamada de Isabel a la santidad. Detrás de ella está Dios e Isabel descansa en sus brazos de Padre para que haga en ella su voluntad. En enero de 1949 le ofrece su vida en unión con la de Cristo por la salvación de los pecadores, la santificación de los sacerdotes y personas consagradas, por la Congregación de Siervas de San José y hace de su vida un himno de alabanza a la Trinidad. El 8 de diciembre de 1952 confirma con voto hacer siempre lo más perfecto. Acoge la muerte con su sencillez y naturalidad características. Reclinada en la cama en su posición habitual, pide el Crucifijo y la medalla de congregante, los besa, recita: “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo” y con una sonrisa entra en la Casa del Padre. Era el 28 de diciembre de 1953.

Su fama de santidad es el motivo de que se inicie su causa de beatificación y canonización en Salamanca, donde se lleva a cabo el Proceso Cognicional del 25 de mayo de 1979 al 25 de octubre de 1980. El decreto de validez de la Congregación de las Causas de los Santos se otorga el 20 de diciembre de 1985. Preparada la Positio, el 25 de marzo de 2014 se celebra el Congreso Especial de Consultores Teólogos con resultado unánimemente positivo. El 30 de junio de 2015, en la Sesión Ordinaria presidida por mí, Card. Angelo Amato, los Padres Cardenales y Obispos reconocen que la Sierva de Dios ha ejercitado las virtudes teologales, cardinales y anexas en modo heroico.

Finalmente, hecha una cuidadosa relación de todo esto al Sumo Pontífice Francisco por el infrascrito Cardenal Prefecto, Su Santidad, acogiendo favorablemente los votos de la Congregación de las Causas de los santos y sancionándolos, en el día de hoy declaró: Que constan las virtudes teologales Fe, Esperanza y Caridad hacia Dios y hacia el prójimo, así como las cardinales Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza y de las anejas a ellas, en grado heroico, de la Sierva de Dios Isabel Méndez Herrero (en la Congregación Isabel de María Inmaculada), Religiosa Profesa de la Congregación Siervas de san José, en el caso y para el efecto de que se trata.

El Sumo Pontífice ordenó que este decreto se hiciera público y que se registrara en las actas de la Congregación de las Causas de los Santos.

Dado en Roma, día 16 del mes de julio del Año del Señor 2015.